Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
Las pipas provienen del girasol (helianthus annuus), su origen lo podemos situar en Centroamérica, se incorporó a la agricultura tradicional en México hace 3.000 años y como otros alimentos se extendió al resto del mundo con los conquistadores españoles, en este caso debemos su difusión a Francisco Pizarro.
La pipa de girasol sin cascara es un alimento muy calórico con más de 500 calorías por 100 gramos y un aporte moderado de hidratos de carbono de 10 gramos por cada 100 y elevado de proteínas con 20 gramos por cada 100, similar a carnes y pescados, aunque de bajo valor biológico. Aporta un aminoácido importante es el triptófano relacionado con los procesos cognitivos y el estado de ánimo. Por otra parte, la mitad de las grasas son polinsaturadas y el resto casi todas monoinsaturadas y en términos generales se traduce en una alta cantidad de grasas, unos 40 gramos por 100. El fitosterol, colesterol vegetal, está presente en la pipas, su efecto es beneficioso ya que compite en el intestino con las moléculas de colesterol animal e inhibe su absorción. Una de las propiedades nutricionales más importantes de las semillas de girasol es su composición en minerales, es una fuente fundamental de magnesio (casi 400 mg por 100) y de fosforo (casi 700 mg por 100), así como de zinc (5 mg por 100). Consumiendo 100 gramos de pipas peladas, alcanzamos las recomendaciones diarias de magnesio y fosforo, y prácticamente la mitad de zinc y selenio. También es una buena fuente de hierro y potasio. El aporte de sodio es tan solo de 3 mg por 100, pero su valor se multiplica cuando las consumimos tostadas con sal. Por tanto, el consumo de pipas nos aporta magnesio, fósforo, proteínas y vitamina E, no obstante, debemos tener en cuenta su alto valor calórico con grasas cardiosaludables.