Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
El rodaballo es un pescado semigraso, como otros que hemos revisado en esta sección, por ejemplo, la dorada. No alcanza los 4 gramos de grasas por 100, con un predominio de las polinsaturadas (cardiosaludables) y en menor medida de grasas saturadas.
El contenido en colesterol es muy bajo, apenas 25 mg por 100. El aporte de hidratos de carbono tampoco es alto y el macronutriente más importante son las proteínas, alcanzando casi los 16 gramos de proteínas de alto valor biológico por cada 100 gramos de pescado. Una ración de 100 gramos tan solo es de 96 calorías. Con respecto al contenido en vitaminas, en B2, B3 y B12 es poco importante frente al que contienen otros pescados. Sin embargo, merece mención especial la vitamina B9, es decir, el conocido ácido fólico, importante para la mujer en edad fértil y en las embarazadas durante el primer trimestre. En este caso su contenido es más elevado que en la mayoría de pescados. De los minerales, destaca el potasio, con un aporte moderado de fósforo, magnesio, sodio y hierro. En este sentido, recordamos que el potasio es necesario para el sistema nervioso y los músculos; el fósforo está presente en los huesos y dientes, interviene en el sistema nervioso, en la contracción muscular y en los procesos de obtención de energía. Por su parte, el hierro es necesario para la formación de hemoglobina, proteína que transporta el oxígeno desde los pulmones a todas las células. Una de las características interesantes con respecto a los minerales en el rodaballo es un contenido en sodio moderado de unos 114 mg por cada 100 g. En resumen, debido a sus características nutricionales, este pescado está indicado en personas con difícil digestión y también con obesidad e hipertensión que siguen una dieta.