Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
Desde el punto de vista nutricional, este tipo de carne tiene muy poca grasa (inferior al 5%) sin perder las propiedades nutricionales de los alimentos de origen animal, como es el alto contenido en proteínas (superior al 20%).
Incidiendo en su bajo contenido en grasa, además, la grasa saturada (la mala) solo representa un tercio de su contenido, con la peculiaridad de que la mayor parte es un tipo especial de grasa saturada (ácido esteárico) que se transforma en ácido oleico en el organismo, es decir, se transforma en ácidos grasos monoinsaturados (grasas buenas), presentando por tanto efectos protectores a nivel cardiovascular. Su contenido en colesterol es muy bajo (71 miligramos por cada 100 gramos). Comparándola con otros tipos de carne de consumo habitual en nuestra dieta, la carne de conejo presenta otras ventajas, como es su bajo contenido en sodio (67 miligramos por 100 gramos), convirtiéndola en ideal para pacientes con hipertensión arterial. Además, es habitual que en las recetas en las que usamos este tipo de carne se incluyan hierbas aromáticas, lo cual permite prescindir de la sal para su cocinado. Su contenido en purinas también es bajo; por ello es una carne que puede formar parte de la dieta de los pacientes con hiperuricemia (ácido úrico alto). Con respecto a otros minerales, destaca su alto contenido en potasio, selenio, hierro, zinc y magnesio. Dentro de las vitaminas, las más abundantes son las del grupo B. Por tanto, su alto contenido en proteínas, bajo aporte de grasas, colesterol, purinas y sodio la convierten en una carne ideal para la dieta de pacientes con riesgo cardiovascular, hipertensión arterial, hiperuricemia y alteraciones en los niveles de colesterol en sangre.