Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
La calabaza es una pariente del melón, sandía, calabacín y pepino, siendo originaria de México y Guatemala. Pertenecen a las familias Cucurbita máxima, C. moschata y C. mixta, y existen muchas variedades de tamaños y colores, desde el amarillo al naranja, pasando por el rojo, incluso verde o azul. Las calabazas pesan de dos a siete kilogramos, en algunos casos sobrepasan los 30 y las gigantes que se llevan a concursos pueden sobrepasar los 500.
Las más conocidas entre nosotros son las variedades de cidra, con forma de pera, de pulpa gelatinosa y de intenso color amarillo, y la confitera o de cabello de ángel. Desde el punto de vista nutricional, las calabazas están compuestas de agua en más de un 95%, presentando un aporte calórico de tan solo 13 calorías por 100 gramos. Su composición en macronutrientes es mínima, con 0,2 gramos de proteínas, 2,2 gramos de grasas y escasamente 3 de hidratos de carbono. El aporte de fibra está en torno a 0,1 gramos, siendo su principal virtud nutricional el aporte de vitaminas y minerales. Esta hortaliza contiene especialmente betacaroteno o provitamina A con 450 ug y también las otras dos vitaminas antioxidantes (C y E). También contiene licopeno, el mismo pigmento antioxidante del tomate, y varias vitaminas del grupo B, sobresaliendo el ácido fólico, muy importante en las mujeres embarazadas. Entre los minerales destacan el potasio, fósforo, magnesio y cinc. Por último, en estos momentos también se consumen de manera habitual las semillas de calabaza (pipas de calabaza). Destacan en ellas sobre todo el magnesio, que es importante para el sistema cardiovascular y nervioso. También es rica en cinc, que interviene en el sistema inmunitario. Por tanto, estamos ante un alimento muy bajo en calorías, ideal para las dietas en personas con sobrepeso y con altas propiedades nutricionales por su alto contenido en antioxidantes y minerales.