Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
Anacardo está incluido en la familia de los frutos secos, aunque en realidad es una semilla de un árbol. Originario del norte de Brasil, en el siglo XVI fue llevado a la India por los colonos portugueses y se expandió su consumo por todo el mundo.
El nombre de anacardo, deriva de corazón invertido «ana» significa «hacia arriba» y el «cardo» viene de cardium, que significa corazón. Es un alimento energético, que aporta casi 600 calorías por cada 100 gramos, debido al alto contenido en grasas (42 gramos por 100) y en hidratos de carbono (32 por 100), con un aporte nada despreciable de proteínas, alcanzando casi los 18 gramos. Hay que tener en cuenta que las proteínas de los frutos secos también son deficitarias en lisina y deben complementarse con otras proteínas como la de las legumbres, carnes, pescados, lácteos o huevos. Por otra parte, el 80% de las grasas que aportan son monoinsaturadas (cardiosaludables), con un aporte nulo de colesterol, por tanto, es un buen alimento para proteger nuestro corazón. Aporta también casi 3 gramos de fibra. Con respecto a los minerales destaca el contenido en magnesio, potasio y fósforo, pero especialmente en el citado en primer en lugar. En esta línea al contener magnesio, este mineral apoya la función del sistema muscular, el impulso nervioso y además ayuda a mantener un ritmo cardíaco estable. Cabe destacar que el magnesio también es imprescindible para el tejido óseo, por lo que consumir anacardos puede ayudarnos a tener unos huesos más fuertes. También son fuentes de vitaminas del grupo B (B1, B3, B6 y B9), así como también contienen vitamina E. En resumen, podemos decir que el anacardo es un alimento cardiosaludable, tanto en su composición de grasas, como minerales y vitaminas.