Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
El kiwi (’Actinidia deliciosa’) ha llegado desde Nueva Zelanda para quedarse. Realmente tiene su origen en los bosques del río Changjiang, al noreste de China, en ese área se consumían variedades silvestres, se le denominaba «melocotón de los monos».
Una misionera británica llevó la semilla a Nueva Zelanda en 1904, se fueron seleccionando las plantas y, en 1950, se empezó a exportar con el nombre de «uva espina china». Desde el punto de vista nutricional, esta fruta tiene un importante contenido en agua, casi un 85%, con un aporte bajo de calorías, alrededor de 50 calorías por 100 gramos, aportando 10 gramos de hidratos de carbono y 10 gramos de azucares (glucosa, fructosa o xilitol). Las proteínas son mínimas, entorno 1 gramo por 100 gramos y el de grasas casi nulo, en torno a 0,5 gramos por 100 gramos. A pesar de este bajo aporte de grasas, sus semillas son fuente de ácidos grasos omega 3, buenos para nuestro corazón. Es muy importante el aporte de fibra, alcanzando casi los 2 gramos por 100, siendo la mitad en forma de fibra soluble (que regula los niveles de colesterol, triglicéridos y azúcar en la sangre), y la otra mitad, fibra insoluble que previene el estreñimiento. Con respecto a los minerales, predomina el potasio (290 mg por 100 gramos) y en menor cantidad fósforo, magnesio y calcio. La mayor presencia de vitaminas corresponde a la C (60 mg por 100 gramos), representando la toma de 100 gramos de kiwi, el aporte del 100% de las necesidades diarias de vitamina C. Otras vitaminas con un contenido interesante son los carotenos y la vitamina E, que intervienen en procesos antioxidantes. Además, contiene actinidina, una sustancia que ayuda a digerir las proteínas, lo que evita la pesadez digestiva tras comidas copiosas.