Daniel de Luis
Jefe del Servicio del Clínico de Valladolid
Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición
La cebolla, ‘Allium cepa’, es una hortaliza bulbosa con unas propiedades y beneficios para la salud que nos han acompañado a lo largo de la historia. Son conocidos desde tiempos inmemoriales sus propiedades antiinflamatorias y sus efectos sobre los problemas respiratorias (como catarros y resfriados).
Desde el punto de vista nutricional, alrededor del 95% de su composición es agua, de ahí que sea un alimento ideal para las ensaladas (aporta menos de 90 calorías por 100 gramos), pero a la vez es saciante por su elevado contenido en fibra con 2 gramos por cada cien. Sin embargo, el aporte a los macronutrientes es bajo con alrededor de 6 gramos de hidratos de carbono, 1,3 gramos de proteínas y 0,2 gramos de grasas por cada 100 gramos de producto. Merece especial atención el tipo de fibra que aporta la cebolla. Se denomina fructo-oligosacaridos (FOS) y su importancia se debe a que este tipo de fibra es el alimento ideal para las bacterias «buenas» saprofitas de nuestro intestino, denominándose a este tipo de manera genérica «prebióticos». Por otra parte, también es especialmente rica en diferentes minerales y vitaminas. En cuanto a los primeros, destacan el calcio, fósforo, potasio y sodio. Y en relación a las segundas contiene vitamina A, C y vitaminas del grupo B (como la vitamina B1 y B2, riboflavina, tianina y niacina). En esta misma categoría de vitaminas, también encontramos el ácido ascórbico, betacarotenos y folatos. La cebolla contiene además sustancias azufradas como la alicina, fitoesteroles y flavonoides como la quercitina, que le confieren importantes beneficios y propiedades antinflamatorias. En resumen, estamos ante un alimento saludable para dietas en pacientes con obesidad o con procesos inflamatorios.